domingo, 31 de octubre de 2010

Prohibido fumar

Mi padre, para mí un sabio, me dijo hace muchos años: "Hija mía, en esta vida podrás hacer lo que tu quieras, siempre con conocimiento y respeto".
Sus palabras se me quedaron grabadas. He intentado seguirlas, actuando en consecuencia.
Pero resulta que ya ni así, una puede fumar con tranquilidad.

Sí, yo soy fumadora, pero fumadora respetuosa. Siempre fumo donde se puede fumar, siempre voy con un cenicero portátil en el bolso. Nunca tiro una colilla al suelo, o bien la dejo en mi cenicero, o bien, me ocupo de apagarla bien y tirarla a la papelera. Una es libre de fumar pero eso no implica olvidar el civismo.
Si estoy con desconocidos, siempre pregunto antes de encender el cigarro, y aunque me contesten que sí puedo, intento apartarme un poco o darle al humo con la mano aunque parezca una loca.
Si voy a casa de otra persona, si estoy un largo rato, vuelvo a preguntar antes, pero si es un hogar de un no fumador, me voy al balcón o terraza. Incluso si me brindan un cenicero, antes de marcharme lo vacío en papel de aluminio y dejo el cenicero lavado, ya que considero una guarrada que un no fumador tenga que limpiar las colillas de otros.
Si viene gente a mi casa y somos varios fumadores, intento que los fumadores salgamos al balcón a "petar la xerrada" (como decimos en Catalunya) y a fumar lo que sea necesario, para evitar que los no fumadores se vayan apestando.
Siempre que he ido a un parque infantil com mis sobrinas de sangre o con mis sobrinos por parte de amigos, me dedico a jugar con ellos.

¿Fumar en los parques infantiles? Pero ¿quén tiene tiempo de fumar cuando estas jugando con los niños? ¿o es que somos unos padres super estresados que vamos al parque a soltar a los niños? Pues entonces el problema es otro.

Me parece perfecto que existan restaurantes/bares/locales/espacios para fumadores y para no fumadores, respetándose los dos bandos (porque ahora con este tema ya hay bandos). Pero no se pueden eliminar los espacios para fumadores, de la misma forma que antes no era correcto que en algunos casos no estubieran separados.
Bien, que prohíban fumar en todos los espacios cerrados, pero como yo vaya a una discoteca/pub y expulsen el humo ese tan gracioso, que puede surgir del techo o del suelo, voy a montar una que baja hasta el mismísimo Cristo.

Quedemos todos para cenar en mi casa. Los fumadores, pongámonos el abrigo y salgamos al balcón. Unos vigilar por allí y otros vigilemos por aquí, vaya a ser que pase alguien por la calle y nos denuncie. ¡Vaya tela!

¿Y qué pasa con los intransigentes, los inmaduros, los inseguros? Estos sí que son males mayores que nos vemos obligados a aceptar contínuamente y a coexistir a todas horas. No te afectan a los pulmones, pero te producen úlceras.

¿Y qué pasa con estos mismos y que encima son alcohólicos? Los peores.
Sin ir más lejos, esta semana, en mi ciudad, en mi barrio, en mi calle. El propietario del bar de la esquina, le pega un tiro a su mujer y luego se pega otro él, con su hijo adolescente en la habitación de al lado jugando con los amigos a la Playstation.  ¿Estamos locos o qué?

¿Y qué pasa con el microondas, el secador, el móvil o la leche de vaca? Según algunos estudios los lácteos provinientes de la vaca producen cáncer de mama, al igual que el secador. ¿Somos conscientes de lo peligroso que es observar el vaso calentarse en el microondas, viendo embobados como va dando vueltas, como si mirándolo el tiempo fuese a pasar más rápido? ¿Y llevar el móvil como si fuera otra extremidad de nuestro cuerpo?

En breve saldrá una nueva ley antitabaco, y luego saldrá otra, y al final, te mirarán con desprecio si vas fumando por la calle.
Bueno pues yo ya estoy harta. Desde mi libertad y con respeto, no pienso permitir ni consentir, que nadie me trate de apestada.

 

sábado, 30 de octubre de 2010

Decisión Trascendente



Sin
            pedir permisos.
Sin
            el consentimiento
            de nadie.
      


       
     Un día tomé la decisión
           
  de dejar de ser

           
  lo que no era.



Un paseo con las nubes

De nombre le pusieron “El Roque de los Muchachos”. La primera vez que escuché esas palabras me sonaron a bar de adolescentes, pero pronto, sorprendida, descubriría lo que realmente era: el rocoso punto más alto de todo un conjunto, desde el cual se podía tocar los sueños.
Sobre las seis de la tarde, comenzó la ascensión. La primera parte se realizó en coche por una curvilínea carretera que iba rodeando el majestuoso conjunto de picos rocosos. A través de la ventanilla del vehículo, podía ir apreciando los anaranjados colores de esas formas originales que se habían ido creando por los movimientos sísmicos de aquella bella zona de la isla, hasta ahora desconocida para mí.
Al llegar a una planicie, el coche se detuvo. Bajé nerviosa, impaciente por saber lo que mis ojos podrían apreciar desde aquellas alturas, ignorando a la vez, lo que acabaría por suceder.
Mis piernas estaban algo cansadas. Llevaban varios días realizando excursiones de muchas horas por toda aquella zona, y empezaban a resentirse. Pero era incapaz de perderme cualquier tipo de experiencia de aquella índole, por lo que enviaba mensajes a mi cerebro para que éste engañase a mis piernas y así, poder ignorar mi patente cansancio.
Empezó la ascensión a pie por aquellas agujas rocosas. Durante el trayecto, tropecé varias veces debido a la terquedad por evitar perderme detalle de lo que abarcaba mi campo de visión. Y finalmente alcancé la cima. Era el punto más alto de toda la isla de La Palma. A lo lejos, se podía divisar el fastuoso Teide.
Falqué los pies en sitio seguro y empecé a girar todo el cuerpo en el sentido de las agujas del reloj, y luego en sentido contrario. Repetí ese movimiento varias veces para poder regrabar una y otra vez en la cabeza, todo lo que contemplaba desde allí, asegurándome de ese modo, que aunque pasara mucho tiempo, aunque mis ojos no lo volvieran a apreciar, mi mente nunca lo olvidaría.
Dada la hora que era, el sol estaba bajo, pero desde allí se continuaba apreciando alto, porque no había nada que obstruyera divisar su redonda forma y su intensa luz. De hecho, sí había algo que de tanto en tanto, hacía desaparecer su figura, aunque no su luz: las nubes. 
Fijé la vista en ellas, y en la dirección que tomaban, y volviendo la vista atrás, busqué el inicio de su trayecto.
Las rocosas agujas eran el extremo superior de las laderas del que antaño había sido un activo volcán, por lo que se unían formando una figura circular, dejando en el centro la parte hundida que correspondía a su cráter, que hacía tiempo había sido una explosión de luz y calor, y que actualmente era de un hermoso y calmado color verde.
Verde, verde y a veces, blanco. Blanco, blanco algodón. Algodón, nubes de algodón.
Observando el color verde del hundido cráter, de repente, de la nada, se creó una disipada tela blanca que se fue haciendo cada vez más tupida, fue cogiendo cuerpo, hasta convertirse en una preciosa nube.
Estaba estupefacta. No lo podía concebir. Acababa de contemplar el nacimiento de las nubes. Se fueron creando una detrás de otra, y estás se fueron agrupando hasta crear todo un mar de nubes a mi alrededor que finalmente dieron muerte a aquel sol, que tanto se agradecía dada la baja temperatura. Me rodearon como si quisieran saludarme, y a la vez, saludar a la vida que empezaba para ellas, las nubes.
Me invadió el infantil pensamiento de desear que las nubes fueran realmente de algodón para así poder estirar los brazos, robar un trocito de una de ellas y guardarlo como un tesoro que siempre me recordaría ese momento.
Pasaron varios minutos, y cuando el frío se hizo insoportable y la noche empezaba a reclamar su existencia, tomé la decisión, mucho a mi pesar, de iniciar el descenso.
En mi rostro se dibujó una dulce sonrisa, una sonrisa que no quería desaparecer. Me sentía como una niña pequeña que acaba de descubrir un secreto y no lo quiere compartir para hacerlo sólo suyo. Era demasiado feliz, para dejar disipar esa sonrisa, porque sabía que nunca lo olvidaría. Nada más importaba en ese momento, sólo la experiencia de haber realizado desde aquel bello paraje... un paseo con las nubes.



Fotos de Karppi
Música de Rodrigo Leao


domingo, 17 de octubre de 2010

¿Qué les pasa a los hombres?

(Antes de nada, pido disculpas, por respeto, a aquellos que no han visto esta película y podrían querer verla en un futuro, por el hecho de desvelar demasiado contenido argumental.)


El título de la película...¿La pregunta va en serio?
Yo creo más bien que el título debería de ser “¿Pero qué les pasa a estas mujeres?”, o bien, “¿Por qué a veces nos creemos el centro de atención?”, o incluso también, “¿Por qué a veces nos creemos con la verdad absoluta y nos olvidamos de la suya?”.

Película con varias historias de amor entrelazadas y el punto de unión es la amistad entre las chicas.
Bien, analicemos cada caso.

Justing Long y Ginnifer Goodwin

Ella, soltera, plantón tras plantón, sigue mintiéndose, autoconvenciéndose de que si un chico no le llama después de una primera cita, siempre hay una buena excusa.
¿Por qué nos cuesta tanto ser realistas y reconocer que a aquel chico quizás no le hemos gustado? ¿Por qué preferimos pensar que quizás ha perdido nuestro teléfono o incluso ha tenido un accidente, ante la sencillez de que el teléfono no suena porque al otro lado no marcan tu número?
Ella conoce a Justin, un chico que le abre los ojos, haciéndole ver que cuando un chico no llama, es simple, es que no le interesas. Pero, aun así, aun enseñándole un mundo nuevo de respuestas, sigue confundiendo algunas casualidades, e interpretando que él también está interesada en ella.

¿De verdad creemos, que por el simple hecho de que deseemos que el teléfono suene, acabará sonando? ¿Qué es mejor, ser positiva o realista?


Jennifer Connelly, Bradley Cooper y Scarlett Johanson.

Los dos primeros, pareja des del Instituto. Al cabo de unos años de pareja, ella le da el ultimátum: ¿o nos casamos ya, o lo dejamos?
Él, immaduro, accede en seguida a casarse por miedo a la ruptura. Desconociendo lo que él realmente quiere hacer, se deja arrastrar por alguien que sí parece saber lo que se ha de hacer.
El plena mudanza a un mejor lugar, una casa estupenda, él conoce a Scarlett, una chica muy atractiva y encantadora, de la que se siente atraído y se acaba enamorando. Una vez detectados los nuevos sentimientos, se lo expone a su mujer.
Ella, hablándolo con una amiga, se culpabiliza, creyendo ser la culpable porque hace tiempo que no hacen el amor. Por miedo a perderle, se propone resolver la situación poniéndose sexy, yendo al trabajo de su marido y sorprenderle con un polvo en el despacho. Sorprendiendo al marido y a la amante, que antes de su llegada estaban haciendo el amor en el despacho, y a la entrada de la mujer, Scarlett se tiene que esconder en el armario, pasando a ser testigo oyente, del polvo entre marido y mujer.

¿Por qué no analizamos en qué punto está una relación y sólo nos preocupamos en no perderla? ¿Por qué ponemos ultimátums? ¿Por qué preferimos aferrarnos a tener algo sin analizar si es mejor estar solos a tener algo que no nos completa?
¿Por qué necesitamos un jarro de agua fría como el de tener que estar escondida en el armario del despacho porque la esposa de tu "novio" acaba de llegar y oir como hacen sexo para intentar arreglar lo suyo con algo, que tú ya tenías con él de una forma natural, como prueba real de que no va a divorciarse por ti?


Ben Affleck y Jennifer Aniston.

Una pareja que se adoran y se aman, conviven desde hace siete años. Él no cree en el matrimonio, cree en lo que tienen porque se aman, y no necesita de ningun papel escrito o de ninguna ceremonia para demostrárselo a nadie. Él la ama, lo siente así y eso es lo que le importa. Pero ella opina distinto. Ella necesita pasar al siguiente paso del matrimonio, porque es lo que te preescriben en la sociedad, porque es lo que toca.
Un día, contaminada por los comentarios pesimistas de sus amigas, ella decide exigirle que deben casarse. Él, aferrado a su forma de pensar, no claudica, y ella corta con él argumentando que si no se casan es porque él quiere estar libre para poder decidir en cualquier momento irse con otra.
¿Pero no te está diciendo que no tiene el corazón libre ni lo desea tener? ¿Pero no sientes de qué forma auténtica él te quiere, a pesar de saltarse las reglas de la sociedad? ¿Cómo se puede dejar perder un hombre tan auténtico por un papel? Auténtico por la forma de pensar y auténtico por seguir aferrado a ella, incluso sin ser entendido por la persona que más ama.
Y se separan.
Se echan mucho de menos, lógicamente, pero ella no reacciona hasta que no lo compara con los maridos de sus hermanas. ¿Cómo? ¿Necesitamos hacer comparaciones para caer en la cuenta de que ese hombre es lo mejor que nos puede pasar? ¿Ya no sabemos escuchar a nuestro corazón?
Y vuelven a vivir juntos. Él que la adora, finalmente le pide en matrimonio, diciéndole que le quiere, que cada día le quiere más, y que necesita verla feliz para poder ser feliz, por lo que desea que se case con él.
Ella, entre lágrimas de emoción, lógicamente acepta.
Pero, delante de esta exposición sincera, preciosa y dulce, de sentimientos, si ella también le quiere de verdad, ¿no debería haberle correspondido, diciéndole que también le quiere cada día más, que le agradece ese gesto tan romántico, pero que rechaza su proposición, porque también necesita de su felicidad?

¿Cómo se nos puede llegar a nublar tanto la sesera delante de un anillo?
¿Ya no se valora la autenticidad y el amor? ¿Tanto miedo nos da regirnos por nuestros propios ideales y no por los parámetros marcados por la sociedad? ¿Es más importante un anillo que un corazón?


Bien, expuesto estos casos que forman parte del argumento de la película, considerando el enfoque con el que se ha planteado, yo sinceramente, como comenté al inicio, cambiaría el título por: ¿Qué les pasa a estas mujeres?

Siendo justa, también he de decir, que algunos títulos de películas en traducirlos, no tienen nada que ver con el original. Y si fuera así, entonces, ¿qué significaría? ¿que la sociedad española cree que viendo esta película, con este enfoque argumental, la mayoría de las mujeres estaríamos de acuerdo en que los únicos personajes "criticables" y merecedores del título, son los hombres?
Pues...¡¡Mal andamos!!

La gente que me gusta

<<Primero que todo

Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace en menos tiempo de lo esperado.

Me gusta la gente con capacidad para medir las consecuencias de sus acciones, la gente que no deja las soluciones al azar.
Me gusta la gente estricta con su gente y consigo misma, pero que no pierda de vista que somos humanos y nos podemos equivocar.
Me gusta la gente que piensa que el trabajo en equipo, entre amigos, produce más que los caóticos esfuerzos individuales.
Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría.
Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos serenos y razonables.
Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza de reconocer que no sabe algo o que se equivocó.
Me gusta la gente que al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.
Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente; a éstos los llamo mis amigos.
Me gusta la gente fiel y persistente, que no fallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.
Me gusta la gente que trabaja por resultados. Con gente como esa, me comprometo a lo que sea, ya que con haber tenido esa gente a mi lado me doy por bien retribuido.>>

Mario Benedetti




Benedetti, como siempre, lo sabe plasmar.
Me encanta este escrito. No tan sólo por lo que expresa, sino en cómo lo expresa, y en lo que implica su contenido.
A mí, inevitablemente, su escrito, me hace pensar en los diferentes tipos de gente que nos podemos encontrar. Seguiendo un punto de vista de extremos, consideraría dos tipos de gente muy distinta. 
Gente muy genial, con la que simplemente en conocerla o compartir cualquier cosa, te sientes enriquecida.
Pero hay de otro tipo. El otro extremo. Gente que sólo con verla o intercambiar unas palabras, ya te han absorbido toda o parte de tu energía; y hasta algunos, incluso, lo toman como forma de vida, y viven retroalimentándose de la energía y el esfuerzo de los demás.  Pero como en esta vida todo se puede relativizar, hay distintas opiniones y todas merecen un respeto... ¿estamos obligados a aguantarlos y asumirlos?

Domingos africanos

Qué fantástico, cuando llega el domingo.

Los afortunados, podemos elegir entre madrugar o no madrugar.

Si no madrugamos, no nos levantamos cuando lo marca un dichoso aparatito con un sonido que realmente llegamos a detestar. En domingo, tenemos la ley de nuestra parte, el poder en nuestras manos y la batalla ganada al despertador.
Pero si optamos por madrugar, es también una manera excelente de empezar un día de descanso, en el que por consecuencia, acabamos de alargar en tiempo.
El tiempo, ese bien escaso de nuestro patrimonio.

Yo adoro madrugar en domingo, y disfrutar sin prisas, de la luz de la mañana y de su silencio.
El silencio del domingo es especial. No se oye el ruido molesto de los coches, ni tampoco el de los peatones o vecinos. Como mucho, te puede acompañar el sonido de los pájaros en su despertar. Y cuando todo esto ocurre, no puedo evitar, en esa tranquilidad que se puede palpar, cerrar los ojos, y por un momento pensar, que sigo en mi querida África.

África. Ese conjunto de lugares visitados y amados, en los que siempre me impregno de serenidad y paz interior.

lunes, 11 de octubre de 2010

Mi primer contacto con el desierto

 

El desierto.
¿Cómo explicarlo? No se puede.
Es algo que no se explica, se siente.
¿Y qué se experimenta? Puro sentimiento y de una forma tan intensa que te hace vivir la vida desde dentro.

Cuando durante tanto tiempo te has sentido perdida, quizás simplemente por el hecho de que tan siquiera te has preocupado en buscarte, y te encuentras a ti misma en un lugar como éste, sin contaminación de ningún tipo, con la mente completamente abierta, tu interior pasa por una fase de gestación en la que se reproducen ciertos sentimientos que te hacen flotar en la nada, en tu nada interior, que a la vez, es tu todo.

Todo esto fluye casi sin darte cuenta, y lo aliñas de grata compañía. Normalmente, acostumbran a ser completos desconocidos. Desconocidos a los que vas conociendo, desconocidos que te van conociendo, y a la vez, ayudan a conocerte más a ti misma.
La magia del desierto hace que se compartan momentos especiales, convirtiendo a esos desconocidos en auténticas y duraderas amistades.

Aunque muchos la desconocen, la magia que envuelve al desierto, no tiene límites, por eso quien la experimenta no puede evitar volver.

“El silencio que borra las palabras”, así define al desierto Paulo Coelho, y es cierto, porque cuando hay sentimiento, normalmente, sobran las palabras.

domingo, 10 de octubre de 2010

¡Bienvenidos!

Hola, Hi, Hello.... y añado también, Nagaya, Jambo, Ahalan, Halo.

No se me ocurre mejor forma de iniciar este viaje, que de la mano de estos pensamientos de Paulo Coelho.